Editorial Clandestina

Por Nicolás Falcoff

La esclavitud es repudiada en una primera instancia en las democracias modernas y occidentales que se jactan de respetar los derechos humanos y hacerlos valer. Sin embargo, han cambiado los matices, los modos y los contextos pero la opresión y la coerción no dejan de ser moneda corriente. La esclavitud abolida en el siglo XVIII fue reemplazada por nuevas formas modernas de esclavizar. Si la libertad se basa en poder decidir sobre nuestros propios actos y ser responsable por ellos, si libre significa no ser propiedad de otra persona y poder tener voluntad autónoma, hay muchas sociedades, muchas “civilizaciones” que están lejos de garantizar dicha libertad. Y no es necesario trasladarse a oriente medio o a ciertos países de Asia o África profunda. Aquí y ahora, en el mundo occidental, judeocristiano, a metros de nuestra casa, se gestan y profundizan contextos esclavistas.

Quizás las cadenas no están a la vista, quizás no sean necesarios los azotes ni las carimbas. Solo basta con generar nuevas formas de dependencia a un sistema de hiper consumo que crea la ficción de tener que trabajar en forma sobre humana, alienante, para poder llegar a pagar parte de una deuda infinita, cubrir parte de un crédito impagable. El trabajo entonces lejos de dignificar termina siendo nuevas formas de condena social de la mayoria en pos de un progreso para pocos. El salario permite justificar nuevas formas de explotación que se diferencian de la esclavitud explicita que se vivenció en la historia de la humanidad pre moderna. Pero no resuelve el problema de la libertad.
En la semana de los trabajadores y las trabajadoras, en Sonidos Clandestinos recorremos distintas expresioens artísticas nacidas en contextos de opresión. Cantos y toques de libertad nos acompañan en la ruta de la esclavitud.


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